Panderetas Cayón
Hablamos de folclore, instrumentos, historia y costumbres cántabras con los dueños de Panderetas Cayón, Adelaida Valdés y Sergio Cayón, que nos dan una visión cercana de este sector. Este matrimonio reside en Villasevil donde se encuentra su negocio de artesanía de instrumentos de percusión. Su llegada a este pueblo fue casual, «lo conocimos un día y nos encanto».
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Panderetas Cayón lleva ya casi tres años de andadura en los que la empresa no ha dejado de crecer. Este sector no les era desconocido ya que Sergio tocaba la pandereta, y fue este hecho el que le animó a comenzar a hacerlas el mismo, nos cuenta que empezó como hobbie ya que los instrumentos que había en el mercado no le convencían. Comenzó a recibir numerosos pedidos y fue ahí cuando decidieron establecerse como negocio.
Ahora no solo realiza panderetas sino todo tipo de instrumentos de percusión como pueden ser castañuelas, panderos redondos y cuadrados, tambores…. Comenzó a indagar en la historia de estos instrumentos, sobre todo centrándose en como eran en Cantabria, descubriendo, por ejemplo, que las castañuelas cántabras eran distintas a las del resto del país. Además, destaca también su trabajo en rehabilitación y restauración de instrumentos perdidos.
Sus panderetas destacan por su ligereza y su colorido, algo que sorprende mucho a los compradores pero que en realidad es una tradición centenar. La pintura que sobraba de pintar en las casas (ventana, balcones….) se utilizaban para decorarlas. Sergio trabaja con un modelo propio y original de este instrumento que está registrado, no lleva aros como las tradicionales, van pintadas de colores, son más ligeras y profesionales, muy cómoda a la mano. Los colores han atraído mucho al público que puede personalizarlas no solo el color sino también con gravados. La customización es una tendencia y sin lugar a duda puede darnos pistas del éxito de este artesano.
Nos cuentan que es un mercado muy pequeño pero que ha respondido muy bien a su negocio. Venden mucho a otras comunidades autónomas, algo que comenzó gracias al escaparate que son los mercados y el boca a boca de quienes adquieren sus productos. Adelaida nos dice que hay mucho trabajo detrás, visitando ferias, de promoción a través de las redes sociales, pero que sobre todo «es el propio producto el que se vende, su calidad le hace destacar».
Nos hablan de sus planes de abrir una página web en internet, pero que el volumen de negocio actual se lo impide, al ser un producto artesano de calidad, conlleva un gran número de horas de trabajo en cada instrumento «unas castañuelas son 8 o 9 horas de trabajo».
Adelaida nos haba de sus clases de pandereta, algo que surgió de manera casual y que ahora se ha convertido en su forma de vida. Ella ya se dedicaba a tocar este instrumento pero las clases no entraban dentro de sus planes. Nos dice que todo paso de manera muy natural, poco a poco fueron surgiendo grupos y ahora ya cuenta con mas de una decena de clases repartidas por varias zonas de los valles, con grupos heterogéneos en los que se mezclan adultos con niños y en los que prevalece sobre todo la transmisión de nuestras tradiciones. Creó un grupo de pandereteras que ofrecen actuaciones «lo cual ha sido un éxito», además está implicada en la preservación de otras tradiciones como los trajes regionales, ofreciendo talleres sobre ello. Destaca que en los Valles Pasiegos las tradiciones perduran y se transmiten de generación en generación.
Por otra parte, Sergio apunta que los viejos oficios se están perdiendo, a las nuevas generaciones no les atraen, pues ven en ellos un gran número de horas de trabajo «mal» remuneradas. Esto nos posiciona en una situación delicada de cara al futuro, «hay mucha vocación en esta profesión». Nos dice Adelaida que hay un riesgo real de que se pierdan estos trabajos, así como los de «albarqueros» o «cuevaneros», sectores muy envejecidos en nuestra comunidad.
En otras Comunidades Autónomas, nos comentan, si que se han implementado políticas que buscan la conservación de las tradiciones, con la creación de escuelas de oficios o de clases de folclore gratuitas, «hace unos años se instauraron clases de folclore en los colegios y en ayuntamientos, pero se perdió con la crisis. Aunque si consiguieron dar a conocer estas tradiciones a muchos jóvenes. Durante unos años estuvo «mal visto» vestirse con los trajes regionales o tocar instrumentos típicos». Algo que, afortunadamente, ha ido cambiando y ahora estas tradiciones están resurgiendo.
Nos hablan también de la competencia desleal dentro del sector, algo que desean se solucione con el paso del tiempo. Apuestan también por mas iniciativas para la creación de mercados artesanales, legales nos recalcan. Destacando la necesidad de organizarse mejor entre los pequeños comercios de la zona, más iniciativas que ayuden al fomento de lo artesanal.
En cuanto a la experiencia como emprendedores lo valoran como algo muy positivo, aunque nos hablan de los interminables «papeleos», procesos muy tediosos y muchas esperas en las administraciones. Destacan la ayuda aportada desde la Agencia de Desarrollo Comarca Pisueña, Pas, Miera, que les guiaron en algunos trámites. «Ahora mismo estamos en el procesos de darnos de alta como cooperativa, lo que conlleva de nuevo un largo proceso de tramites», aún así es una experiencia que recomiendan sin dudarlo «con mucho valor, paciencia y respaldo».
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