El tejido económico del valle no se ciñe exclusivamente a la actividad ganadera. El aprovechamiento de los productos lácteos, así como de otros elementos naturales, ha permitido desarrollar pequeñas y medianas empresas de transformación (quesos, sobaos, quesadas…). En los últimos años está cobrando un importante auge el turismo rural, ávido de territorios bien conservados y ajenos a la presión urbanística.
La actividad termal es otro de los recursos con mayor auge, aunque la tradición balnearia se remonta ya muy atrás en el tiempo. Desde el siglo XIX vienen aprovechándose las propiedades terapéuticas de las aguas de Puente Viesgo. Tienen como origen dos manantiales diferentes, uno de ellos, el del Pradillo, destinado únicamente para bebida. La surgencia de ambos se localiza en roca caliza, en el contacto entre materiales carboníferos y triásicos y se asocia a la falla cabalgante del Escudo de Cabuérniga, con aguas clorurado – sódicas. Presenta un caudal de agua de 56.640 litros por hora, una temperatura de 35ºC y la mineralización es media.
En un principio las enfermedades más habitualmente tratadas eran las reumáticas, seguidas por las dolencias digestivas, nerviosas y ginecológicas. No es hasta los últimos años del siglo XIX cuando el balneario se especializa en el tratamiento de las enfermedades del corazón.
La primitiva casa de baños constaba de una sencilla construcción, muy parca en instalaciones que era propiedad del concejo, el cual, se veía en la necesidad de recurrir a benefactores y préstamos de particulares para sufragar las reparaciones. Una vez que en 1867, tras años de litigios por la propiedad, y tras sentencia favorable al pueblo, pasa a manos privadas, se reforma y comienza la etapa de auge del centro, que pasa a convertirse en uno de los más prestigiosos de la región.
Aguas arriba del valle, en Ontaneda, se construyó la primera casa de baños en 1833. En cualquier caso, parece que su uso se remonta nada menos que a la época romana, pues entre las capas basales del manantial han aparecido monedas de la época, con los bastos de Nerón, Tiberio, Constantino y Vespasiano, que ponen de manifiesto que ya en el siglo I a.C. los romanos, o los Cántabros, eran conocedores de las virtudes y propiedades curativas del manantial. El edificio que se construyó constaba de tres pisos, y a él se adosaba otro de dos plantas para hospedaje.
El balneario de Alceda, también de aguas sulfurosas, como las de Ontaneda, fue uno de los manantiales más caudalosos del país. Sus instalaciones fueron levantadas en 1842 y ampliadas en 1859 con un balneario y un gran hotel. En una de las salas interiores, aparece grabado un texto que asegura lo siguiente: “Este manantial de Alceda de agua sulfurosa termal sulfhídrica azoada, es el más caudaloso y rico en termalidad y mineralización de cuantos de su clase existen en Europa; arroja cada 24 horas más de 3.640.240 litros y es su temperatura constante y comprobada de 26,87ºC”
En la actualidad el balneario de Alceda mantiene una importante actividad y ofrece una amplia gama de servicios y tratamientos balnearios junto al establecimiento de hospedaje y restauración. El antiguo balneario de Ontaneda, en cambio, cesó ya hace algunas décadas en su actividad, aunque aún se conserva el primitivo edificio del siglo XIX.
Uno de los factores de desarrollo de los que ha vivido pendiente históricamente el valle han sido las comunicaciones.
El camino del Escudo, que unió primero Santander con La Rioja y después también con Burgos, no tuvo ninguna notoriedad antes del último tercio del siglo XVIII. La frecuencia con que el río Pas se desbordaba, en muchas ocasiones con catastróficas consecuencias, había sido uno de los principales frenos a la actividad de la vía. Pero la gran esperanza de articulación de las comunicaciones del valle, y especialmente la más importante alternativa de desarrollo económico, venía de la mano del proyecto del ferrocarril Santander – Mediterráneo. La primera piedra la puso el ferrocarril a Bejorís, una parte del primitivo proyecto “Santander – Burgos” que en 1887 supuso un toque de atención respecto al interés de la vía, en tanto en la Sociedad que se formó para su construcción participaba, junto a los capitales regionales, un notable capital foráneo. Se sentaban así las bases de lo que sería conocido, a partir de 1902, cuando entró en funcionamiento, como el tren de Ontaneda, un ferrocarril de vía métrica con un trazado de 35 kilómetros de longitud desde la localidad del Astillero. Esta línea funcionó hasta mediada la década de los setenta y se convirtió en los primeros años en motor de desarrollo turístico, pues era el enlace utilizado entre Santander y los balnearios de Puente Viesgo y Alceda por los primeros turistas modernos, que procedían en su mayor parte de Madrid.
El objetivo inicial, en el marco de un proyecto ferroviario que implicaba a las provincias de Santander, Burgos, Soria y Zaragoza, era más ambicioso, y pasaba por construir una línea de vía estrecha que enlazara por el Este con la vía ancha del FF.CC central de Aragón hasta Sagunto y Valencia, con el punto de contacto en Calatayud. El proyecto quedó incluido en el Plan de Ferrocarriles estratégicos y secundarios de 1908. Santander perdía con Bilbao la batalla comercial del trigo y la lana castellanos. El puerto vasco contaba desde 1878 con instalaciones para un tráfico más seguro con barcos de mayor calado, y el anhelo santanderino pasaba por dotarse con un complemento a la vía finalizada en 1866 que unía desde Alar del Rey, el Canal de Castilla con el puerto de Santander. El proyecto, una vez aprobado, no pudo realizarse. En principio por el recelo de las empresas constructoras, más tarde por la guerra del catorce que enfrió el proceso, y finalmente porque tras la guerra los criterios ministeriales cambiaron por un supuesto interés militar que pretendía un ancho español para el ferrocarril, cuando buena parte de la obra estaba ya en construcción o terminada.
El túnel de la Engaña, la obra más importante de todo el trazado, y los restos de la estación, aguas arriba de Vega de Pas, trasladan a nuestra memoria el recuerdo de una historia de frustraciones y dilatadas esperanzas. El definitivo abandono del proyecto fue, al mismo tiempo, el punto de inflexión hacia la crisis de las cabeceras pasiegas, toda vez que esta rúbrica del secular aislamiento venía a sumarse a los procesos de deriva de la economía agraria tradicional.